Boletín Científico Sapiens Research

Vol. 6(1)-2016 / p: 1 / ISSN-e: 2215-9312

Sapiens Research Group

Editorial: La eternidad y nosotros

Por Carlos-Roberto Peña-Barrera (editor)

editor@sapiensresearch.org


Cuando era chico, recuerdo que en el jardín o preescolar nos daban rompecabezas para armar. Al principio nos colocaban sobre la mesa unos que tenían muy pocas fichas. Eran muy fáciles, creo yo, por lo que recuerdo. Después, poco a poco, nos pasaban unos del mismo tamaño, pero con más fichas; es decir, cada vez las fichas se hacían más pequeñas, y ya no eran de madera sino del material clásico, de cartón. Lo primero que ocurría era que lo recibía armado. Uno miraba la imagen y luego tiraba las fichas, las revolvía e iniciaba el reto. Miraba una ficha y veía una parte que no se me hacía tan difícil de descifrar y, al juntar una con otra y otras más, en par minutos lograba tener todo listo y bien armado.


De alguna manera, creo que esta es una forma con la que podemos comparar nuestra vida con la eternidad, y me refiero a lo siguiente. Al mirar hacia afuera, al enfocar nuestra mente en todo menos en nuestro yo, lo que observamos es un panorama que no podemos abordar en su totalidad, pero que si nos hacemos lo suficientemente lejos y tenemos la disposición, captaremos de qué se trata todo este complejo rompecabezas, del cual nosotros, para el resto y para otros, somos también una ficha, una muy muy pequeña, de este eterno rompecabezas, cuyo principio y fin no es nadie más que el Creador de todo y de nosotros, lo aceptemos o no, lo creamos o no.


A veces podemos estar lo suficientemente lejos o dispuestos a buscar la Verdad, pero no vemos nada si primero no usamos las “gafas” o el Instrumento adecuado y, además, si no las tenemos bien limpias, pues tampoco lograremos el objetivo. ¿Por qué necesitamos ese instrumento? Sencillo: nuestros ojos no tienen toda la capacidad de captar. Es imprescindible contar con esa ayuda, que sirve de puente entre lo temporal y lo eterno. A eso le llamo el Espíritu del Creador o EC. Sin el EC, quizá nos acerquemos a una parte, pero no tendremos la seguridad de estar iniciando bien el complejo proceso.


En ocasiones, algunos se enfocan y se hacen muy cerca, de modo que todo lo que ven es lo que está ahí al frente, sin contexto y sin propósito. Ven el ahora, el ya o quizá un poco más: las temporadas o periodos de su vida, pero nada más. Durante esos espacios y tiempos ocurren muchas cosas: historia que viene y que va, cuyos protagonistas somos nosotros u otros, y quizá mucha de esa historia no sea más que una fracción de lo ocurrido o una muy mala interpretación y contada de manera suspicaz para hacernos creer que paso lo que solo pasó en la mente de esa persona y no en la fracción de la eternidad.


Sí, hay personas que pueden captar muy bien una sola ficha, una, y saben sus colores, imagen y ubicación… pero no saben nada más. No se dan cuenta que esa ficha hace parte dinámica de otras, y que todas las otras muestran en su conjunto un todo eterno que debemos estar dispuestos a encontrar y entender. Obviamente no vivimos en el aquí y ahora porque sí. Alguien nos mandó para cumplir un propósito. Todos tenemos un propósito, lo sepamos o no. Es genial que muchos ya sepamos más o menos que tenemos un propósito, pero muchos otros no lo saben, o no lo quieren saber.


De lejos, hay unas fichas con color y otras en grises. De todas maneras, aunque estén en grises, de lejos se puede observar, con la ayuda del EC, la majestuosa ilustración. Algunas fichas parece que brillan más, que fueran más grandes que otras y que en su interior tuvieran una parte mucho más importante e impactante que el resto. Y al acercarnos es así. Y así parece suceder en la vida. Hay cosas, personas, que parte de su eternidad la vivieron aquí en grises, sin saber que eran parte de un todo y que estaban justo allí con un objetivo primario. Pero hay otras personas que tomaron la decisión de buscar la Verdad y pasaron a comprobar por su propia experiencia que hacen parte de algo más que la mera forma en un determinado lugar y espacio.


No tiene que ser así para nosotros, me refiero a una vida en grises, mientras estemos aquí, en esta fracción de tiempo que puede durar hasta 100 años, quizá un poco más o menos. Y eso me recuerda que hace poco vi cómo bajaban el cajón fúnebre de una tía en segundo grado que falleció a los 98. Casi un siglo. Eso es mucho y a la vez tan poco. Ya idos, pasaremos a ser parte de una hoja de la historia, del recuerdo de los que quedan, a fin de formar la gigante y muy inmensa biblioteca de experiencia y sabiduría que sea ha compilado por los milenios y las almas de todos.


La eternidad no puede ser contenida ni por el espacio ni por el tiempo. Aunque estemos en estas dimensiones para tratar de comprender poco a poco el sentido de nuestras vidas, lo cierto y seguro es que todos nos preguntamos si esto es todo. Y no lo es, no es todo. Unos ya lo saben, porque ya no están aquí y están sumergidos en algo tan maravilloso que les permite decir que valió la pena todo, que valió la pena creer que no somos fines sino medios. Medios por donde el Creador de todo nos da a todos todo lo que necesitamos. Mientras tanto, otros seguimos aquí, en espera de saber más y dar más. De vivir la vida en colores y saber que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos y que incluso de los demás que están en este instante compartiendo esta pisca de tiempo a nuestro lado.


Así de fácil será para todos si nos ocupamos cada día de cumplir con la tarea que nos permitirá ver, al final, que cada aspecto y situación se hilaban con un propósito que estaba más allá de lo aparente. Obviamente no es nada fácil, pero si hacemos el ejercicio de mirar un poco para atrás y luego hacia adelante, y creyendo que el camino no termina cuando dejamos de andar en esta vida sino que sigue y culmina en el punto desde el cual todo inició, veremos lo invisible y el panorama se hará más amplio y claro.


¿Qué espero? Que cuando el Creador de este gran rompecabezas me levante como ficha para hacer parte del gran rompecabezas eterno, pueda ver que fui una ficha que se dejó usar, que sirvió para la demás, que supe que era parte y medio de algo supremo, y no un fin total de algo tan corto como esta vida.

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